martes, 25 de febrero de 2014

¡Por la pendiente…!

LUNES, 24 DE FEBRERO DE 2014
PABLO IGLESIAS
Impulsos nobilísimos, que no podemos reprimir ni dejar de exteriorizar aún a sabiendas de que pugnan con la realidad, nos indujeron a expresar la esperanza de que el pueblo español convertiría la papeleta electoral en ariete contra las clases directoras y las pandillas políticas que la mantienen en un estado de degradación y de miseria por todo extremo vergonzoso.

Esa generosa esperanza se ha desvanecido al contacto brutal de los hechos, y no ya nosotros, sino la misma prensa burguesa declara que éste es un país privado de toda clase de energías, incapaz de elevarse por su propio esfuerzo a las alturas de la vida europea y entregado con resignación borreguil a las traíllas de expoliadores que le arruinan y le envilecen.

En efecto; las elecciones verificadas el domingo último son la demostración más palmaria de que es ilusorio esperar una transformación en el modo de ser de esta nación: no se advierte ni el más leve síntoma en la masa general de los ciudadanos que revele el propósito de romper las ligaduras que la agarrotan y la impiden toda clase de movimientos; no se vislumbra en las esferas gubernamentales ni el más ligero indicio de rectificación de errores tradicionales y de prácticas absurdas que debieran abochornarnos ante las gentes extrañas; por el contrario, ciudadanos y gobernantes parecen empeñados en la tarea de demostrar la verdad del aforismo de que cada pueblo tiene el Gobierno que se merece y que a la atrofia mental de los unos corresponde perfectamente la desfachatez inmune de los otros, explicándose así por qué vamos rodando sin cesar en la pendiente de abyección en que se precipitan los pueblos degenerados y moribundos.

Tal es, pues, el estado de desesperante atonía en que nos encontramos: sólo los elementos socialistas se muestran dispuestos a toda hora a reaccionar contra él, y el domingo último han dado prueba de ello cumpliendo con su deber en medio de todo género de obstáculos y dando ejemplos que nadie quiere imitar.

Se dirá tal vez que los resultados positivos alcanzados por esos sanos elementos en su meritoria labor son tan escasos y tan lentos, que apenas los percibe la generalidad de las gentes; más si esto no deja de ser exacto hasta cierto punto, tiene su explicación racional y lógica en lo duro e ingrato de la primera materia en que laboran, en la herrumbre de prejuicios que tienen que disipar, en la espesa atmósfera de difamación que aquí se ha formado en torno a los defensores de las doctrinas emancipadoras, en la facilitad con que arraigan en la ignorancia obrera los falsos radicalismos, y en la influencia perniciosa de un atavismo de servidumbre que lleva a la masa trabajadora a remolque de farsantes y vividores y la aleja de los que quieren dignificarla y capacitarla para la conquista de sus derechos de ciudadanos y productores.

No hay, no puede haber esperanzas de regeneración dentro del campo burgués,_monárquicos y republicanos acaban de demostrar con claridad meridiana que son igualmente inmorales e incorregibles.

Los monárquicos han puesto el inri al decoro público proclamando diputado por Madrid a aquel concejal que no hace muchos años clavó en la picota de la inmoralidad el pueblo madrileño en numerosísima manifestación.

Los republicanos valencianos han vuelto a elegir como sus representantes a dos individuos que, llamándose caballeros, sostienen en sus respectivos periódicos una larga campaña de difamación soez y escandalosa que afecta a su honra pública y privada, y que han convertido la hermosa Valencia en campo de lucha de tribus mogrebinas. ¡Qué vergüenza!
(El Socialista, 15-IX-1905)
DIARIO PROGRESISTA